Miguel Ángel Sosa
Twitter: @Mik3_Sosa
El presidente López Obrador mantiene a raya a los opositores dictando a diario los temas que, según él, debieran ser de interés para la opinión pública. Con dotes de malabarista sube y desinfla, a modo, las papas calientes de la agenda, varias de las cuales se le han salido de las manos con desastrosas consecuencias.
La estrategia de comunicación usada por el primer mandatario, misma que ha traído consigo desde sus días como candidato, no ha cambiado a pesar del paso de los años. La imposición de su verdad como la única verdad resulta en una especie de obsesión que ha generado conflictos incluso al interior de Palacio Nacional.
En ese sentido, los deseos de un cambio prometido por el tabasqueño sucumbieron ante el fantasma de un régimen con tintes autoritarios que ni los propios vieron venir. ¿Acaso había señales de que las cosas tomarían este camino? No, dirán los más. Claro que sí, sería la respuesta tibia de los indecisos que en la previa hicieron nada por evitarlo.
Se les dijo en incontables ocasiones, hubo señales de alerta cuando la autonomía de algunos entes empezó a ser cuestionada, luego puesta en tela de juicio y, al final, descabezada. Se les dijo también cuando se bloqueó desde el poder la conformación de nuevos partidos políticos de clara oposición al gobierno.
Se les dijo cuando el presupuesto se desvió por decreto hacia programas clientelares y obras faraónicas que han drenado las finanzas públicas. Se les dijo cuando los llamados servidores de la nación se derramaron por las calles con la cínica misión de conseguir votos usando padrones y dinero público.
Se les dijo en incontables ocasiones que se violentaba el Estado de Derecho, pero hicieron oídos sordos porque consideraron que en ese entonces no se trataba de algo que afectara sus intereses. Se les dijo, una y otra vez, pero no lo creyeron hasta hoy que sienten venir sobre ustedes al monstruo de mil cabezas que tanto subestimaron.
Hoy, los mismos arrepentidos se relamen las heridas (y conste que ya llevan más de tres años en lo mismo), proponen unir fuerzas, consolidar un bloque, luchar por defender la democracia… Ajá, todo eso está perfecto, pero: dónde, cuándo y cómo.
Porque nadie duda de algo que es norma: si no funciona es inaudito pensar que se repitan los mismos errores. Con esto no hablo solamente del gobierno y sus malas decisiones, si no de los partidos de oposición que siguen haciendo lo mismo a pesar de que una y otra vez comprueban estar equivocados.
La oposición está encasillada en hablar de lo que López Obrador quiere que hablen, opina sobre la agenda del gobierno y no trasciende más allá. El espectáculo es tan hipnótico que muchos no se han dado cuenta de que están sobre las mismas pistas del circo que tanto critican.